LA CATÁSTROFE CON SABOR ANDALUZ

LA CATÁSTROFE CON SABOR ANDALUZ

RELATO DE CIENCIA FICCIÓN

LA CATÁSTROFE CON SABOR ANDALUZ.

Ingmar Runge, CC BY-SA 3.0 https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0, via Wikimedia Commons

Con el nuevo gobierno, aupado por la crisis económica y su promesa de rebajar los impuestos, las facturas de la electricidad y los combustibles vinieron la construcción de cuatro centrales nucleares en Andalucía. La promesa de la creación de puestos de trabajo animó a la población a la construcción de dichas instalaciones, frente a la residual protesta de los movimientos ecologistas y de izquierdas que en las últimas elecciones quedaron fuera del parlamento español.

Todo iba sobre ruedas hasta la primera decepción. Las ofertas de trabajo eran para personal técnico muy cualificado y necesario de una formación muy específica, además del consabido dominio del idioma inglés, falla congénita de los españoles. La construcción no se vio reflejada en el descenso del paro local. Al revés, la llegada de migrantes extranjeros de la Europa del Este, fuertemente preparados y con experiencia en dichas centrales nucleares, coparon todos los puestos directivos. Ni los puestos subalternos fueron ocupados por las personas de los municipios donde se instalaron por el problema antes expuesto de la dificultad para entender el idioma inglés.

Las protestas no se hicieron esperar pero fueron acalladas en poco tiempo. El nuevo gobierno también cumplió con su promesa, ampliamente votada por la mayoría de los españoles, de limitar la presencia de los sindicatos en las empresas, estrangularlos sin ayudas y reducir al mínimo el derecho de huelga. Cuestiones puestas ante un Tribunal Constitucional lentísimo en sus decisiones.

La situación social se iba caldeando, aunque la prensa no contaba lo que estaba pasando, debido a la nueva ley de prensa que preveía condenas de cárcel a los profesionales de la comunicación que dieran noticias ‘falsas’. En estas noticias ‘falsas’ entraban todas las que llevaran una crítica al gobierno.

Las centrales nucleares fueron instaladas en Almería, Granada, Cádiz y Málaga. El turismo se resintió ante la mala imagen que daban los edificios con los reactores nucleares dentro, rodeados de agua refrigerante para que no se fundieran por el calor. Aunque la mala enseñanza en el sistema educativo había conseguido que cualquier menor de 40 años no supiera explicar cómo funciona una reacción de fisión o fusión nuclear, era cierto que todavía las centrales nucleares infundían un poco de temor. Pero más temor daba la factura de la luz.

Lo que nadie supo prever, porque científicamente no se podía aunque existía una posibilidad, era que la falla de Averroes en el Mar de Alborán hiciera catapún.  Un día el mar Mediterráneo se quebró, provocando un fuerte terremoto cerca de la capital de Argelia, Argel, que produjo un fuerte terremoto, cercano a 9 en la escala de Richter. El temblor fue brutal, destruyendo la ciudad al completo. Pero el mega tsunami que vino detrás no lo fue menos.  Las olas arrasaron la costa mediterránea andaluza, llevándose ciudades costeras que no estaban preparadas para resistir tal catástrofe, aunque la historia ya les había enseñado que eso podía pasar, como ya sabían en Motril (Granada).

El escape de radiactividad de las centrales nucleares produjo la evacuación de toda la población andaluza. Más de ocho millones de personas. La mala suerte, hizo que el fuerte viento de levante arrastrara la nube contaminada hasta más allá de las columnas de Hércules.

Un nuevo Chernóbil se había producido otra vez en Europa. Esta vez, con acento andaluz.

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