Arco Iris

Arco Iris

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Me tuve que parar. No es un meteoro, que por conocido, sea muy frecuente; cada vez que lo veo aparecer, si puedo, detengo mi vida para poder contemplarlo.

Me lo encontré al atardecer del lunes, en éstas ya empezando a ser, tardes más largas de primavera. Una tormenta formada por nubes que subían las cumbres de la Sierra de Grazalema y descargaban su agua por la campiña de Arcos de la Frontera, era atravesada por los rayos de un sol bajo, rasante, en nuestra orilla atlántica. En medio Jerez y yo, viendo como todo esto hacía nacer, una vez más, el arco iris.

Yo, que quien me conoce sabe que miro tanto al cielo, siempre me quedo embelesado cuando lo veo. Desde pequeño me siento atraído por estos siete colores que nunca conseguí contar.

En esta ocasión, mientras veía surcar el arco de colores sobre mi cabeza, se me vino a la memoria uno de mis recuerdos, bonitos recuerdos, infantiles.

De mis tardes, sin televisor porque no había, con mis tebeos, y en concreto, uno de un gatito, de Pumby, que con su compañera Blanquita, se encontraron un Arco Iris cuando iban por el campo.

Pumby

Anduvieron tanto hasta llegar a su principio, y entonces, por arte de magia, subieron por él, y al llegar al final, llegaron al país, de la cuarta dimensión, donde todo era color, flores, cosas bonitas, dulces, juguetes.

Cuánto nos ha hecho soñar el Arco Iris a los humanos. Y de cuántos nobles intereses se ha convertido en emblema. Escudo del movimiento ecologista a través de Greenpeace y su Raimbow Warriors, o bandera de los que en España hace años eran maricones y tortilleras, y hoy a la luz del Arco Iris, son lo que son, personas iguales en derechos que todas.

Cada cuál sueña con su Arco Iris. Y le da un motivo, un significado.

Hoy sé que se produce porque la luz blanca del Sol atraviesa las gotas de agua, y se descompone formándolo.

Y hoy, antes de llegar a la radio, lo vi. Vi el Arco Iris. Pero he preferido pensar, miren que locura, pero que ilusión, que era mi madre que desde el cielo gris de la tormenta, me lo pintaba de colores para mí. Y lo más importante de todo, es que era verdad.

4 de noviembre de 2007 (c) Alfonso Saborido

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